EL ENCIERRO DE ANA FRANK

Se apagan las luces de la sala y María Juncal caracteriza la llegada de Ana Frank al lugar donde se refugió junto a su familia.    Baja las escaleras de la platea y, cargando una pequeña maleta, sube al escenario. Allí permanece ininterrumpidamente hasta el final de la obra. Resguardada por el encierro pero atrapada en el espacio escénico, María se convierte en Ana.
A través de una coreografía versátil, multidisciplinaria y con un gran componente de teatralidad, interpreta el aislamiento del personaje. El público vive con ella todas las etapas: la esperanza, la ilusión, el enojo, la impotencia, la euforia y la derrota. Observarla se convierte en un viaje en el tiempo, en un camino hacia un estado de empatía y de recogimiento emocional.
La música, compuesta originalmente para la obra y ejecutada por un gran elenco de artistas flamencos, acompaña el recorrido: sugiere, incomoda, alegra y entristece.
“El Encierro de Ana Frank” reescribe, desde un lugar sensible, las páginas de un trágico acontecimiento de la humanidad. Con la danza y la música como único vehículo, consigue convertirse en mensaje y permanecer en la memoria, como una plegaria por todos los inocentes del mundo.

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